lunes, 25 de mayo de 2009

La campanilla

En el aparador, entre bandejas, copas y manteles, está mi morada. Mi baile es una llamada, marca el inicio de la hora familiar. Congrego a todos en la mesa para que satisfagan su apetito; y en verdad creo que, si le fuera dado a alguien presenciar aquel monótono espectáculo, pensaría que junto a todas esas masticaciones, sorbos y degluciones, mi corta intervención pone la nota particular. Mi baile es música.

Me ofende un poco el método, pero si quisiera describirme bien tendría que compararme con un humano. Mi piel argentada no revela ni el más leve indicio de suciedad, permaneciendo siempre lisa y brillante. No se observa en mí nada parecido a unas extremidades, y mi cuerpo es tan delgado como el del más famélico de los mendigos. Ni cabeza ni rostro, ni se me busque por otra parte una boca, porque no me hace falta. Mi rasgo más distintivo es sin duda mi enorme falda, elegantemente abombada y con un hermoso decorado de flores labrado en el borde; pero es adentro de ésta donde se halla lo más relevante: pendiendo de una cadena que se sujeta de arriba, y casi rozando la superficie donde se me apoye, se halla una linda pieza que otros llaman badajo y yo, simplemente, bolita.

Ésta soy yo, y éstas mis cualidades. Siempre dispuesta a que una mano donairosa me haga vibrar para traer la alegría a la casa. Aunque a veces, al escuchar yo misma los sonidos agudos que produzco, y juzgándolos demasiado débiles para su justa importancia, me pregunto si acaso no sería mejor que tuviera dos bolitas en vez de una.

2 comentarios:

  1. Buenas descripciones y por supuesto ya se me estaba haciendo un poco sospechoso hasta que llegué al final. El doble sentido le da un toque humorístico bastante fino.

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  2. El final me parece plausible sobremanera. No debe de ser fácil crear la consciencia y la personalidad de una campanilla, pero pareces haberlo logrado y es meritorio mi aplauso.

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