lunes, 18 de mayo de 2009

Recuerdo escatológico

En mi casa hay un solo corredor. Corto, angosto y casi insignificante; nadie situaría en él la más burda de las anécdotas, y sin embargo, es la arteria principal que da acceso a todos los cuartos. Pasarela familiar. Éste quiero que sea el escenario de mi relato.

Un momento. Una cosa es querer y otra muy distinta es poder. ¿Qué diablos voy a reproducir en mi humilde corredor? Es que allí no sucede nada. Por condescendiente me pasa esto. Mejor los llevo uno de los cuartos, que cualquiera de ellos alberga historias más importantes. Esperen... ¡eso es! Lo que el corredor no tiene son historias importantes, pero sí pendejadas. ¡Tonto yo!, creyéndome en la obligación de contarles cosas relevantes. Y qué más pues, así lo pone a veces a uno la maldita sociedad. Aquí les va, una reverenda pendejada:

Comenzaré describiéndoles un poco el reducido escenario. Se encuentra en la planta baja, cubierta toda ella de baldosas; y si les hablo de él en singular, como si fuera el único elemento de su clase, es porque la planta alta está constituida por un solo cuarto. Si se empieza a andar por el corredor (lo que yo considero como tal) desde la parte frontal de la casa a la posterior se topa uno primero con la cocina a la izquierda, luego el cuarto de estudio a la derecha, después viene el baño de visitas a la izquierda, y finalmente mi habitación que está en línea recta. ¡Pero basta de descripciones pendejas! Vamos con la pendejada en sí.

Como todo niño normal fui un adicto a la televisión; tanto, que era normal para mí postergar lo que fuera con tal de no perderme los programas de mi predilección. Pero es ahí donde aparecen las necesidades básicas, caprichosas, nunca dispuestas a ceder.

Así que un día me encontraba viendo televisión en mi dormitorio, cuando me entraron ganas de cagar. (“¿ir al baño?”, ¡qué carajo es eso! Que yo sepa hay muchas cosas que se pueden hacer ahí: lavarse las manos, cepillarse los dientes, bañarse, orinar, y otras más que no me da la gana de mencionar. ¿O es que a los adolescentes les es permitido decir a sus padres “voy a salir”? ¡No! Sin especificaciones en torno al lugar y a la hora no sale ningún mocoso). Terrible llamada del organismo, porque significaba que debía apartarme del televisor por un largo rato. Largo, sí, porque resulta que yo era estreñido.

Ni siquiera me acuerdo del programa que estaba viendo, pero sé que no me lo quería perder. Así que, con la audacia tonta de un niño de x años, me dirigí al baño de visitas y no al propio. La razón es simple: el baño de mi habitación se encuentra justo detrás del mueble en donde se halla el televisor, en cambio el baño de visitas colinda con mi habitación (sus entradas se hallan perpendiculares, muy próxima la una de la otra). Ya se podrán imaginar que lo que trataba de hacer era seguir viendo la televisión mientras cagaba, puesto que con la puerta del dormitorio abierta es posible verla desde cualquier punto del corredor. Pero permaneciendo sentado en el inodoro esto era completamente imposible. Ni siquiera asomando la cabeza por afuera del baño, porque así apenas se veía un pedazo de la pantalla. Tenía que sacar el cuerpo entero. Y así lo hice.

Pero este jueguito de salir y entrar al baño no le agradó a mi mamá. ¡Rabietas de adultos! A mí hasta me hubiera parecido chistoso ver a un peladito desnudo entrando y saliendo del baño como loco. Así que reorganicé mis movimientos ante la aparición de aquella voz de autoridad: ahora sólo entraba al baño inmediatamente después de un grito de ella. Pero su concepción de lo que debía suceder no contemplaba que yo me saliera apenas ella volvía a sus menesteres. No aguantó más. Se dirigió a la puerta de mi alcoba y la cerró en mis narices.

Y yo ahí, parado en medio del corredor, incapaz hasta entonces de dirigirle palabras groseras, tuve que descargar mi ira en refunfuños y saltitos continuos, golpeando el piso con todas mis fuerzas... Quizás gritarle habría sido mejor.

Nadie dijo nada. Lentamente agarré el excremento (con respecto a personas, el más redondo que haya visto en mi vida) con mi mano y lo tiré en el water. Hasta ahí llega el límite de ese recuerdo.

Desde entonces el corredor es el mismo. ¿No suena correcta esta expresión? ¿Que no parece concluyente? Bueno, entonces digamos que desde entonces yo no soy el mismo. Que mi trato con la caca es más que cordial, yo diría, jovial; y que prefiero siempre tenerla presente en mis palabras alegres que guardada en el interior de la cabeza, como le pasa a aquellos a los que no me cansaré de llamar mojigatos.

4 comentarios:

  1. Ahora y oficialmente eres Lord KK

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  2. Je, me encanta el uso que haces del narrador consciente de que hay alguien escuchándolo. Lo que si le prestaria atensión es al uso del lenguaje, cómo es eso que dices pendejadas y segundos después "colindantes"? Ojo ahí, que el tono, aunque sé que en tu caso particular puede albergar ambas palabras, no lo suele hacer.

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